Según cuenta la historia, todos estos seres vivían en un laberinto y, para ser felices y poder subsistir, dependían del queso. Por esa razón, el haber encontrado una habitación repleta de este nutritivo alimento los había colmado de felicidad y todo parecía desarrollarse a la perfección.
Sin embargo, esa buena etapa pronto quedó atrás porque el queso desapareció. Ante esa realidad, todos se vieron obligados a entender que nada es eterno y que no existe ninguna fórmula que asegure el bienestar o el éxito para toda la vida.
Como podrá advertir más de un lector, este relato que, a simple vista, puede parecer un cuento infantil, es sólo la excusa que eligió Spencer Johnson para transmitir una valiosa enseñanza que bien puede ser aplicada a todos los órdenes de la vida y que guarda relación con los cambios.
Desde “¿Quién se ha llevado mi queso?” el autor nos enseña que, en la vida, uno puede alcanzar su queso (entendiéndose este término como todo aquello que el ser humano anhela para progresar en el ámbito personal, laboral y hasta económico) pero, para llegar a él, deberá sortear los obstáculos que pueden aparecer en nuestro camino.
En otras palabras, puede decirse que, a través de esta parábola, Johnson nos demuestra no sólo la importancia de aceptar y afrontar los cambios sino también de entenderlos como un episodio positivo que nos conduce hacia nuevas oportunidades.
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